Sobre la misma base de unas galletas y quesos, generalmente cremosos, este rico postre difundido por toda la culinaria mundial, tuvo sus comienzos en la antigua Grecia donde se preparaba este tipo de pastel de forma muy común. Luego, hacia el final del siglo diecinueve y con la invención del queso tipo Filadelfia y la inmigración europea en Estados Unidos, se transformó en el sabroso postre que hoy degustamos por todo el mundo. Veamos a continuación, una receta muy fácil y donde la versionaremos con gelatina y limón, pero en una presentación pequeña.
Pasteles, una delicia
Ingredientes:
200 g galletas maría
grosellas
4 limones
125 g mantequilla
500 g queso quark
1 vaina de vainilla
azúcar
10 láminas gelatina
200 ml nata para montar
60 g miel
Preparación:
Tritura las galletas y mézclalas con la mantequilla fundida. Cubre la base de 6 moldecitos forrados con papel sulfurizado y reserva en la nevera. Deja la gelatina en remojo de agua fría.
Bate el queso con 75 g de azúcar y las semillas de la vainilla. Añade la mitad de la gelatina escurrida y luego, poco a poco, la nata montada. Reparte la mezcla obtenida en los moldes. Lava las grosellas y sécalas.
Lava los limones, ralla la piel y exprime 2; pela los restantes, córtalos en tiras y cuécelas en 1 vaso de agua y 50 g de azúcar 10 minutos. Calienta 400 ml de agua con la miel y la ralladura, disuelve la gelatina restante escurrida y añade el zumo. Reparte en los pastelitos y refrigera 4 horas. Desmolda y decora con las grosellas y el limón confitado. El truco: Si prefieres una gelatina de frutos rojos, licúalos, calienta el zumo obtenido y disuelve la gelatina.