Como todo en la vida, se trata de unir lo que más nos gusta, aunque a veces no está de más una breve guía como la que te presentamos para que escojas los mejores maridajes. Lo que debes tener presente es combinar sabores que se complementen: los quesos suaves con vinos intensos y los quesos semimaduros con vinos dulces
En realidad, no hay trucos, porque como todo lo que se refiere a vinos y quesos: depende del gusto. La regla general es combinar sabores que se complementen, por ejemplo, uno intenso con uno suave, nunca mezclar dos sabores intensos.

Otro dato es combinar quesos grasosos y suaves con vinos ácidos, mientras que los semimaduros (con sus toques ácidos) se complementan con sabores dulces.
1. Quesos frescos: son los blancos, generalmente húmedos, y de sabor suave. Casi siempre se producen cuando a la leche se le agrega cuajo, se prensa y se deja escurrir en menos de 24 horas.
Para que lo tengas más claro, a este grupo pertenecen la mozzarella, el mascarpone y la ricotta.
Vinos complementarios: Chardonay, Pinot Grigio y Malbec.
2. Quesos semimaduros: para entrar en esta categoría, la pasta de este queso debe reposar hasta seis meses en condiciones controladas.
Cuando fermentan se forman hoyos, como los del Gruyére, y aparecen notas ácidas distintivas de cada variedad. Aquí entran quesos como el Roquefort, el Gouda, el Camembert, el Brie y el Gouda.
Vinos complementarios: Oporto, Cabernet Sauvignon y Sauvignon Blanc.
3. Quesos maduros: antes de almacenarlos se curan en sal para impedir que entren patógenos a la pasta. Luego se ponen en condiciones controladas durante más de seis meses (temperaturas de menos de 15º C en lugares secos y oscuros).
Pasan tanto tiempo curándose que sus aromas, sabores y texturas se vuelven más intensos: es el caso del Parmigiano Reggiano y del Manchego de oveja.
Vinos complementarios: Chardonnay, Champagne y Rieslieng.